1 dic 2012

Educación de las personas con Síndrome de Down en la etapa de 3 a 6 años



 
  Mediante este documento, nos gustaría compartir algunas ideas e interesantes datos que se expusieron en el Curso Básico sobre Síndrome de Down en Santander (impartido los días 9 y 10 de Noviembre de 2012 por la Fundación síndrome de Down de Cantabria) y a la que tuvimos oportunidad de asistir.





Los problemas y sus soluciones en la etapa de 3 a 6 años

   El niño a esta edad es ya una persona autónoma que gracias a su esfuerzo y el apoyo y trabajo de la familia y los profesionales, camina con seguridad, come solo, dice palabras y alguna frase corta, juega y disfruta de esa recién adquirida "independencia".

   A los 3 años es la mejor edad para que niños con Síndrome de Down comiencen en la escuela infantil y ésto supone un nuevo reto para ellos: la separación de su madre, de sus cosas, su casa y por supuesto, conlleva la adaptación a un mundo que, en ocasiones, es bastante estimulante para sus capacidades en ese momento. Se recomienda por lo tanto que el niño permanezca un máximo de tres horas en el centro. La convivencia con otros niños, le aportará sin duda beneficios y significará conocer un ambiente más aparte del familiar que era el hasta ahora habitual. El profesional de la educación deberá ver en él a un niño más y nunca "una patología" a corregir.

   La familia tiene que superar los problemas iniciales de buscar y encontrar el colegio adecuado, también deberá pasar la prueba de explicar los problemas y que el niño sea aceptado en el primer centro en el que lo solicita. Si todo se resuelve pronto, empieza a tener tranquilidad en cuanto le parece que ya no es la responsable fundamental y única de la educación del niño. Pero, a la vez, está preocupada porque no sabe cuál es la realidad de dentro de la escuela. Cuando el profesor le dice "todo va bien", se puede sentir cierta calma pero sería mejor recibir una información detallada y más concreta. El niño puede manifestarse de forma distinta en el ámbito escolar y familiar, por eso hay que hablar de manera que se pueda analizar la situación e intervenir si fuera necesario. El niño necesita apoyos especializados porque sus problemas específicos han de ser tratados de un modo específico. ¿Cómo conciliar los horarios? ¿Cómo evitar que el niño esté sometido a actividades que no son fundamentales para él, descuidando aquellas que son básicas para su formación? La solución a cuestiones de este tipo la encontramos en la participación conjunta de la familia, escuela, servicios de apoyo, en la elaboración de los programas. Cada uno tiene su visión del niño, unos medios concretos de actuación, unos objetivos. Conciliándolos todos, repartiendo tareas, el niño saldrá beneficiado no sólo en si horario diario y sobrecarga de trabajo sino en la efectividad con la que avanza en los objetivos educativos fundamentales.

   El horario de trabajo de un niño de 3 a 6 años no deberá superar las cinco horas diarias entre escuela y servicios de apoyo (logopedia, o pedagogía terapéutica, o psicomotricidad, o natación, o musicoterapia, o cualquier otro que fuera necesario. La familia intentará que el resto de sus horas de vigilia se ocupen ordenadamente en actividades menos directivas y más lúdicas, pero igualmente educativas: autonomía, participación en el hogar, juegos con hermanos y amigos, lectura de cuentos, ejecución de construcciones y puzzles, bicicleta, pelota, etc.

Conclusiones:

   Habiendo transcurrido más de quince años en los que se han aplicado programas de estimulación precoz y de integración escolar, y a la vista de los resultados obtenidos, éstos pueden ser mejorados si se tienen en cuenta las siguientes sugerencias:

   Se debe individualizar más cada uno de los casos. No todos los niños con necesidades educativas especiales, ni siquiera todos los niños con síndrome de Down, tienen las mismas necesidades ni necesitan programas iguales.

   Es preciso que haya más participación y más coordinación entre familia y profesionales.

   Debe haber más flexibilidad y adaptabilidad a la situación, a las necesidades del niño. Si es preciso cambiar de programa, de escuela o de aula, se hace. No parece acertado tomar decisiones definitivas en algo que es un proceso dinámico, sujeto a variaciones personales y ambientales.

   En cada etapa es preciso trabajar lo mejor posible el contenido del programa que en esos momentos se ha elaborado pero sin perder de vista el futuro de autonomía, independencia, trabajo, vida social y bienestar de esa persona con síndrome de Down. Aunque cada responsable trabaje su propia parcela y, en un momento o etapa concretos, tenemos que trabajar pensando en el después.



Bibliografía

Troncoso, M.V. (1992). La educación de la persona con Síndrome de Down: una visión longitudinal. Revista Síndrome de Down, Suplemento I: 9-12







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